Imposible resumir tanto en unas palabras. Créanme, lo es. Haré lo posible por mostrar al menos una cara de lo que es Sin Anestesia, o al menos una parte de ella. Algo tan grande, tan importante y tan profundo, difícil es de describir.
Muchas veces soñé con este momento. Y en esos sueños les aseguro, que yo no estaba dormido. O no necesariamente. Me lo imaginé despierto, me lo imaginé dormido. En definitiva, lo soñé en todo instante.
Y es que no hay nada más lindo que esto, nada más dulce que el sabor de la victoria, aunque a pesar de estar cerca, todavía lejos se encuentre. Porque la victoria significa algo que va mucho más allá del hecho simple y burdo de ganar. Implica muchos aspectos más, y también más profundos. Victoria es satisfacción, victoria es placer. Victoria es coronamiento de un proceso. Es el cierre del círculo perfecto. Es la consecución de un objetivo perseguido durante mucho o poco tiempo. Es el fin de un deseo, quizás, y probablemente el comienzo de otro. Es terminar con la espera, destruir la incertidumbre. Es la confirmación de la línea seguida, y la sugestión del camino a seguir.
Y siempre se imprime en el desarrollo para alcanzar el triunfo una gran cuota de esfuerzo. Levantarse a la mañana después de una larga salida, ahorrarse un gran almuerzo para llegar en condiciones al partido, alcoholizarse de menos - o de más- para estar óptimos para los encuentros. Y me pregunto cuántos círculos habremos dejado abiertos en nuestra vida. Cuántas veces habremos soltado el lápiz en el momento justo, cuántas veces habremos dejado de escribir por temor a fallar, cuántas veces habremos dejado de lado nuestros deseos simplemente por lo difícil de alcanzarlos. Y son muchos, sí. Lo son. Y nadie quiere dejar uno más sin cerrar. Porque genera inconformidad, porque causa dudas de uno mismo.
Hoy, Sin Anestesia tiene el lápiz en la mano. Y tiene el círculo casi perfecto. Le queda terminarlo. Resta darle el toque final, el moño. Y esto sólo se logrará mañana en el partido. Dándolo y dejándolo todo. Olvidándose de uno mismo para considerar sólo la existencia del equipo. Dejando de lado el propio interés para entregarse plena y completamente a la causa. A la causa victoria. A partir de ponerse la camiseta y jugar también por los que están afuera, por los que no van a poder estar, por los que ya se fueron, por los que vendrán, por los que nunca estarán, y por los que siempre lo harán. Por uno mismo, por todos y por nosotros. Porque somos nosotros, porque a pesar de no haber nunca salido campeones, el campeonato lo llevamos adentro. Falta expresarlo alguna vez, y me pregunto: ¿por qué no mañana? Si no es ahora, ¿cuándo? Si no somos nosotros, ¿quiénes?
En la vida nadie regala. Y menos un partido de fútbol. Entonces, declaremos la guerra, cultivemos el odio al oponente, y el amor a la pelota, y si nadie nos la da, robemos la victoria, hurtemos abierta o encubiertamente los 3 puntos. Porque Victoria es Vida, y todos queremos beber de ella.
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